A diario tengo charlas con mis deportistas, creo que es fundamental compartir opiniones, sensaciones y experiencias con ellos, y la última me ha llevado a escribir este primer post, que va a ser el inicio de una serie de reflexiones basadas en mi experiencia personal, que pueden ser o no las correctas, pero que compartiéndolas puedo atender otros puntos de vista y mejorar profesionalmente.
Y hoy quiero hablar sobre la cualidad de un entrenador que no se estudia, que es, además , la cualidad más importante y la que tiene más relevancia a la hora de transmitir y lograr un cambio positivo, al manejar las herramientas que están al alcance de todo el mundo con dominio y no con frases hechas, el sentido común.
A pie de piscina se observan muchas cosas, y mientras las analizas y comparas con lo que la teoría te dice, rebuscas en tus archivos y no logras encontrar ningún párrafo que diga qué hacer con ese triatleta que se le congestiona el rostro, que se le acelera la respiración y que cuando estamos trabajando en rectificar un error grave se bloquea, entonces piensas... “vaya, ¿qué hago ahora?, ¿dónde leo la solución?, ¿quizás el master en coaching deportivo me dé las herramientas?, revisaré mis apuntes…” lo fácil es usar el recurrente grito de “¡CODO ALTO!”. Seguramente le cambie la cara, porque le suena, porque lo ha escuchado alguna vez y cree saber que eso está bien transmitido y yo me sacudiré el pecho pensando que soy un gran entrenador, todos satisfechos. Esta es la herramienta fácil que incumple todas las normas y principios básicos del entrenamiento, pero que sobre todo infringe una norma fundamental que debe cumplir el entrenador, respetar el tiempo que dedica tu deportista a escucharte y tratar de aprender, y con estas herramientas “prefabricadas” y mal aplicadas , en la mayor parte de las ocasiones, estamos poniendo un parche débil, a una grieta peligrosa que más temprano que tarde, acabará haciendo derrumbar todo el edificio por un fuerte temblor proveniente de la FRUSTRACIÓN de no lograr el objetivo.

A mi modo de entender, y usando esa cualidad no estudiada, realizar una visión más global del deportista y valorar sus circunstancias nos ayudará a crear un clima de ,no conformarse, pero si , de aceptación de una realidad basada en planos personales, cronológicos, morfológicos y sociales , evidentemente, para ello debemos conocer al deportista como persona ( será otro tema a compartir) y de este modo lograr el objetivo por otras vías posiblemente más indirectas y lentas, pero que nos llevará al éxito, ya que en el aprendizaje no hay tiempo mínimo.
Y aquí viene la parte más difícil, el sentido común y la realidad de la que antes hablaba nos dice que ese triatleta iniciado de 45 años que quiere debutar en media distancia y que no ha nadado jamás en su vida y que hace el 90% de su entrenamiento en el agua en solitario, no va a marcar ritmos competitivos, con lo que a la hora de entrenarle tendremos que atender a otras razones que no son ni fisiológicas, ni técnicas, ni tácticas, aquellas razones que nos dicta el sentido común y que le dicta su realidad que es invariable, en definitiva lograr que sea feliz, y en este sentido poco o ningún valor tiene lograr que su codo este en buena posición al inicio del agarre, y quizás tenga más sentido animarle a que modifique ciertos canales de su realidad para que asista a los entrenamientos de equipo y disfrute de un entrenamiento más social del que con total seguridad sacará más provecho que tratando de analizar sin conocimientos básicos el perfecto estilo de un nadador de piscina que probablemente nunca tenga que nadar entre 1000 triatletas en mar abierto. Como se toma esta decisión, como se lo trasladas al deportista y como asumes las posibles consecuencias entran dentro del arte de entrenar y sobre todo de la aplicación de ese valor que debe tener un buen entrenador y que no se estudia ni se enseña.